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La etapa neonatal es uno de los periodos más vulnerables en la vida del ser humano; probablemente no haya otro periodo en que exista mayor riesgo de enfermar, morir o quedar con secuelas, y probablemente no haya otra etapa de la vida en la que nuestra intervención pueda en gran medida disminuir los riesgos mencionados. Esto es aún más importante en los casos en que atendemos prematuros, ya que la sobrevida de prematuros es cada vez mayor, lo que nos obliga a desarrollar una atención sanitaria especializada y de alta calidad, no sólo en infraestructura y en equipos médicos, sino que nos vemos obligados a contar con especialistas capacitados, con gran preocupación por el paciente, su patología, su familia y su futuro.

El periodo neonatal requiere una dedicación especial de la medicina pediátrica, pues en él se produce el proceso de adaptación y transición de la vida intrauterina a la extrauterina, proceso en el que se ha adelantado mucho en el conocimiento de la fisiología de esta adaptación y la patología propia de este periodo de vida, así como en el tratamiento. Con todo esto, la neonatología ha adquirido un carácter altamente intervencionista y complejo en el intento de enfrentar las dificultades que en esta adaptación se puedan presentar.